"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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14-03-2012 |
¿Con qué valores educar? ¿Qué enseñar?
Mientras no se defina qué valores trasmitir no se resolverá ni el problema de la inclusión social ni tampoco el de la educación y se seguirá girando entre la confusión del gobierno y la vacuidad demagógica de la oposición, incrementando el descontento, lo mismo que sucede en otros países del mundo.
El ser humano es un ser social. Debe preocuparse por el bien social, y no sólo por el bien propio, individual, ni siquiera sólo por el de sus círculos próximos (familia, comunidad, etnia, clase, nación, etc.). Sin dudas es legítima la preocupación por todos ellos, pero debe poseer además una perspectiva internacionalista y aún universalista. En tanto la sociedad se desarrolla en la Tierra , y ésta es parte del Universo, preocuparse por la sociedad implica también preocuparse por la salud del planeta que habitamos, y más ampliamente por el Universo. Einstein decía que concebir el amor hacia todos los seres (del Universo) es muy difícil, pero intentarlo nos hace mejores. En tanto hay una interacción constante entre el individuo y el medio -social y natural- , ser mejores individualmente contribuye a la superación de ese medio y dialécticamente, ése nos permite perfeccionarnos como personas.
La idea de perfección conlleva un modo de comprender y de acción transformadora. Puede haber bases mínimas de acuerdo educativo entre la mayoría de los seres humanos, pero nunca entre todos, ni un “acuerdo nacional”. Por de pronto, sabemos que el ser humano es una totalidad que abarca la mente o psiquis y el cuerpo, que la salud de uno favorece la del otro. Y sabemos que la mente y el cuerpo son materiales, o al menos (para los creyentes en un espíritu ajeno a la materia) que tienen componentes materiales. Por lo tanto, una base de mínimo acuerdo ideológico, sería propender a personas más aptas física, síquica y socialmente . ¿Pero estamos todos de acuerdo en ello, cuando hay intereses sociales beneficiados con que haya esclavos, asalariados o parias, y cuando estiman peligroso el perfeccionamiento de éstos? Los amos, señores, patrones o privilegiados de las etnias o naciones dominantes no desean el desarrollo y la equiparación con ellos de sus esclavos, siervos, obreros o miembros de las etnias y naciones dominadas. Pensar que lo desean supondría soñar con la amistad universal de lobos y corderos y difundir esa amistad sólo beneficiaría a los lobos.
Estimamos que debemos educar (esto es, formar personalidades) enseñando todo lo que favorezca al fin de personas más aptas. Debe partirse del hecho que cada ser humano es una unidad diferente a otros, pero que todos podemos ser más sanos, fuertes, ágiles, esbeltos, resistentes, hábiles, inteligentes. Por ende, se debe enseñar a superarnos en todos y en cada uno de esos atributos. Se debe enseñar desde los centros educativos de la primera infancia, educación inicial, escuela, liceo, enseñanza terciaria, enseñanza no formal, y aún puede contribuir la televisión la radio, el cine, etc., a alimentarse mediante una ingesta equilibrada de sustancias necesarias para la salud tanto como evitar el consumo de sustancias dañinas. Se debe enseñar a encontrar equilibrio entre el trabajo (manual e intelectual sin que ninguno se considere superior al otro), el esparcimiento y el descanso. Se debe enseñar a potenciar la musculatura, el razonamiento, el valor, la capacidad de resiliencia para afrontar adversidades. A leer, a pensar, a investigar, a ser curiosos, a memorizar, a escuchar, a comprender a otros, a ser hábiles en la transmisión de ideas y de afectos, a favorecer la felicidad de otros. A evitar el dolor ajeno en todo lo que sea posible, a respetar la vida aún en sus más insignificantes formas según nuestra visión y cuando ello no sea posible (somos omnívoros y sacrificamos la vida de vegetales y animales para conservar la propia) a evitar el dolor y el martirio de cualquier ser.
Se debe educar el respeto al “otro”, al diferente. ¡Y esto es profundamente ideológico! Porque no respeta al diferente, quien valora que su pensamiento religioso o político obliga a exterminar a quienes no lo comparten, quien estima que hay un género de primera y otro de segunda, que hay razas, civilizaciones, naciones o clases “naturalmente” superiores a otras inferiores, quien excluye a los homosexuales, a las personas de capacidades diferentes, etc. Educar en el respeto al otro es combatir las intolerancias, que otorgan el “derecho” de intervenir “humanitariamente” en otras naciones para inculcarles los valores de los interventores -aunque no sean los de los intervenidos- y a éstos se les someta a imposiciones que los interventores no admiten para sí mismos. Educar en el respeto a otros es preservar el medio ambiente, rechazando que haya clases sociales u otros sujetos que a través de instrumentos económicos, sociales, políticos o culturales privilegien sus ganancias e intereses sobre los colectivos. Una educación en estos valores implica combatir la explotación económica, la opresión política, la alienación cultural de los “inferiores”. Implica formar en la idea que la felicidad no es de quien posee más bienes materiales, lo que ya está demostrado. Que la felicidad supone algo más sutil, genuino, profundo: sentirse parte de quienes están dispuestos (en términos políticos, sociales, religiosos etc.) a combatir los aspectos negativos biológicos o sociales, a incorporar la noción de armonía entre el hombre y la naturaleza. Podría haber amplios acuerdos (sin que ni siquiera se considere si las soluciones pasan por la construcción socialista, post-capitalista o del “buen vivir”, etc.), si se coincide en formar personalidades en derredor de esos valores, si se tiende a igualar las oportunidades de todos, si hay convencimiento de que esa educación integral es el instrumento principal de la disminución de la exclusión y la ignorancia, así como de la delincuencia que ellas generan.
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